Si soy un hijo de Dios, ¿por qué no veo crecimiento en mi vida?
¿Por qué no puedo mantener una vida devocional constante?
¿Por qué me cuesta tanto ser disciplinado?
¿Por qué caigo una y otra vez en el mismo pecado?
¿Será que no estoy haciendo lo correcto? ¿Será que estoy orando mal?
¿Será que mi fe es tan débil?
Son nuestras acciones las que demuestran que somos cristianos, pero muchas veces nuestro corazón nos condena. Pero mayor que nuestro corazón es Dios. Él es superior a nuestros sentimientos y Él lo sabe todo. Si confiamos en Él descubrimos verdadera seguridad en la salvación.
¡No más dudas, es hora de creer!
¡Es hora de hallar firmeza en el corazón!